Capítulo 4
Rue
El día de la
cosecha. Yo, con doce años de edad sabía que había poquísimas posibilidades de
que saliese mi nombre. Yo quería que saliese mi nombre pero a la vez estaba
aterrada al pensar en la posibilidad de morir bajo el régimen del Capitolio.
Ese día me desperte en mi raída cama clavando mis oscuros ojos de inmediato en
el vestido y los zapatitos que había eredado de mi madre. Era un vestido blanco
(aunque casi se había vuelto marrón) con una cinta azul alrededor de la
cintura. Y unos zapatitos con un pequeño tacón. Uno de los zapatos estaba roto
y al andar con el me tropezaba. Mi madre entró en mi habitación y me mando que
me vistiera. Yo lo hice rápidamente aunque con un enorme nudo en la garganta
que no se podía desacer ni con toda la saliva del mundo. Mi madre me peinó mi
espesa cabellera rudamente con la mano. Yo después de hacer unas cuantas muecas
de dolor me levanté y me dirigí a la plazita del pueblo donde los habitantes
iban arremolinandose alrededor del alcalde, unos cuantos agentes de la paz y
gente que no logro reconocer. Nuluru, un señor del Capitolio robusto y de piel
colorada ataviado con un llamativo traje naranja brillante y unas extravagantes
gafas verdes comenzó a hablar.
-Estamos
aquí reunidos...-empezó a decir altivo y a la vez con aspecto gracioso. Siguió
con el pesado discurso que era intragable sobre la nación de Panem, el
Capitolio y su honorable presidente Snow y sobre los anuales Juegos del Hambre.
Después de un buen rato hablando y hablando con profunda voz de donde a veces
salian graciosos gallos que me haciaan sonreir forzosamente entre tanta
tensión. Los juegos del hambre...eso significaba muerte segura...no teníamos
posibilidad...no podíamos ganar...
-¡Rue!-la
voz del fornido hombre del Capitolio me sorprendió sacandome de mis
pensamientos. Primero me desconcerte pensando porque ese hombre había
pronunciado mi nombre. Luego caí en la cuenta de que yo, yo, Rueiba a morir en
la Arena...y yo no quería morir. Me agarré el borde del vestido y tiré para
controlarme y no romper a llorar. Gemí y luego sentí los brazos de mi madre
empujandome hacia el escenario. Inspeccione los rostros de los habitantes que me
miraban algunos con compasión y otros sin expresión alguna. Cerre los ojos y
seguí caminando sintiendo como el mundo se había enfadado conmigo. Esperaba que
alguien se presentase voluntario. No, no habíoa voluntarios. Subí al escenario
y me derrumbé psicológicamente. La mano del hombre se poso en mi hombro.
-Lo siento
muchacha.
Simplemente, precioso.
ResponderEliminargraciasssss wappisima!! me encanta que te gustee!!
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
Eliminaruna palabra:espectacular
ResponderEliminargraciaaaas en serioooo
EliminarOtra parte del mismo libro y otra vez que no puedo dejar de leer
ResponderEliminarL